
Mucho se ha especulado sobre la posibilidad de que Argentina adopte un modelo de gobierno opresor, similar al establecido en Venezuela. Desde el retorno de los Fernández al poder, esa especulación se convirtió en una posibilidad concreta, cada vez más peligrosa. Los 10 meses de gobierno actual, anuncian que el país se dirige hacia un destino sombrío. Duda pertinente: ¿Nos estamos “Venezualizando” o “Peronizando” a gran escala?
Desde 1983 a la fecha, muchas provincias argentinas tuvieron un predominio político enorme por parte del PJ. Cada una de esas jurisdicciones es el resultado absoluto del modelo peronista, aplicado allí durante gran parte de los últimos 37 años de vida democrática transcurridos en el país. En cada uno de esos lugares, los tres Poderes del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) fueron sometidos a la voluntad del gobernante peronista de turno. Obviamente, siempre a su favor y en detrimento de la sociedad allí residente.
El caso de Formosa resulta esclarecedor: gobernada siempre por el PJ, desde 1983 a la fecha. En más de tres décadas solo tuvo tres gobernadores: Floro Eleuterio Bogado, Vicente B. Joga y Gildo Insfran, actual mandatario. Insfran lleva 26 años consecutivos como titular del Poder Ejecutivo. A lo que debe añadirse los 8 años que ejerció como Vicegobernador, rol desempeñado entre 1987 a 1995, durante los mandatos de Joga. Maneja poder desde hace 34 años. Su predominio político choca con una realidad alarmante: Formosa es una de las provincias más pobres y atrasadas del país. Y hay muchos otros ejemplos similares para ser citados: Chaco, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, etc. Todos ellos, son feudos peronistas. Provincias devastadas.
Lo que sucede en Argentina no es una “Venezualizacion”, sino una “Peronizacion” a gran escala. Básicamente, se desea reproducir a nivel nacional casos puntuales de ciertas provincias que han sido dominadas políticamente y, al mismo tiempo, destruidas por la aplicación del modelo peronista. El gobierno de los Fernández desea extender eso mismo a todo el país. Por eso, no resulta casual que el presidente considere públicamente a Gildo Insfran como un político ejemplar. No lo admira por sus dotes de funcionario democrático, sino por sus capacidades de gobernante autoritario. La sociedad debería dejar de mirar un poco a Venezuela y prestar mayor atención a la realidad histórica de ciertas provincias del país, puesto que allí hay ejemplos concretos de lo que podría reproducirse a nivel nacional en los próximos meses.